Por. Nicolás O. García
Si hablamos de visionarios en el mundo de la moda se nos vienen varios nombres a la cabeza, sin embargo jamás podríamos dejar pasar al mítico diseñador inglés Alexander McQueen y sus colecciones que además de las prendas, la presentación de ellas cada temporada hacían de sus fashion shows una performance que no dejaba a nadie indiferente. La primavera de 1997 McQueen presentó «La Poupée» (o en español «La Muñeca»), colección para la cual se inspiró en el titiritero y artista alemán Hans Bellmer, conocido por sus maniquíes femeninos que usualmente retorcía y deformaba de forma escalofriante. Teniendo en cuenta que el arte de Bellmer era una forma de rebelión al prototipo de belleza impuesto por el régimen nazi, no es raro que McQueen tomara su inspiración de ahí ya que el diseñador se caracterizaba por trabajar en el ámbito de lo mutado, llegando casi al límite de lo grotesco.
La transgresión que se vivía hacia fines de los 90, donde el conservadurismo ganaba cada vez más adversarios y las personas estaban sedientas de liberación, el espectáculo era el principal instrumento de provocación, y por supuesto el mundo de la moda no se quedó atrás, menos Alexander McQueen, que llevaba a cabo un espectáculo emblemático y ya quería realizar otro más extremo todavía. El show de «La Poupée» marcó un precedente y se volvió en una de las colecciones más controversiales de la firma, las modelos entre ellas Kate Moss y Kristen McMenamy caminaban en una pasarela llena de agua, al parecer McQueen quería emular la escena de Jesús caminando sobre el agua, lo cual fue bastante polémico también. Las prendas de tonos rosa polvoriento mezclado con amarillo claro y lila, la seda rosa con grandes estampados florales e incluso las proporciones exageradas quedaron casi en segundo plano ante cuellos extragrandes, pantalones que dejaban ver el trasero, joyas faciales en forma de puntas y cilindros plateados que orbitaban la cara, haciendo alusión al trabajo de Hans Bellmer.
Sin embargo todo eso era una preparación para observar lo que estaba por venir, lo que nadie se esperaba y que marcó el momento más memorable del show, cuando la modelo africana Debra Shaw intentaba bajar las escaleras y caminar por la pasarela con una especie de grillete de manos y pies que formaba un cuadrado que la mantenía prisionera. Los asistentes quedaron atónitos ante la performance que hacía caminar a la modelo entre demente y hermosa, como si recién hubiera escapado de algún centro de tortura que le hizo perder la cordura y la noción del tiempo. De hecho la prensa no se demoró en crear polémica afirmando que una mujer negra encadenada tenía que necesariamente representar la esclavitud, sin embargo McQueen sólo escogió el atuendo porque reflejaba su esencia un poco mórbida pero a la vez con una delicadeza propia de su sello. En general «La Poupée» representó una progresión para McQueen y fue una clara indicación de un presupuesto que aumentaba poco a poco, además de llegar al mismo tiempo que el diseñador fue elegido como el nuevo director creativo de Givenchy, lo cual elevó su rango de inmediato.
Esta colección fue una mezcla perfecta entre su ojo para el diseño accesible y su amor por el espectáculo, sin duda lo que más extrañamos de Alexander McQueen, sus icónicas puestas en escena que nos dejaron hace ya ocho años luego que se quitara la vida, pero que hoy seguimos recordando.