Autor: Mauro Ghëre / @mariconsonriente
Relatos basados en hechos fidedignos que me han forjado como el cola que soy hoy.
(Insertar canción “The Proposal” de Isobel Waller-Bridge & David Schweitzer. Si, me gusta la banda sonora de la película Emma, ¿y qué?).
Crecí en el seno de una familia en donde las mujeres siempre reinaron como matriarcas, una multitud de tías y primas (unas cuantas vecinas chepas del barrio y varias amigas de toda la tropa de familiares), que entregaban su lealtad y gratitud a mi abuela, coronandose esta, como la Queen máxima de los Araya – Parra, una señora con una historia de vida marcada por el abuso, la pobreza y la adversidad propia de la clase más baja de Chile. Aguerrida, y que a todas luces sabía lo que es la lucha de una mujer bajo la concepción de un país que no da las oportunidades para crecer, surgir y vivir, pero casi como una contradicción suprema, se dejaba llevar por actitudes machistas y poco elocuentes (pero no juzguemos, Chile culturalmente siempre se ha caracterizado por poner el pene por delante de todo y enaltecerlo como si Santo Grial fuese, o al menos eso se solía ver antes del empoderamiento feminista chileno moderno, haciendole un gran favor a este País).
Eliana Parra. Ese es el nombre de quién fue mi abuela, y la que trajo al mundo a uno de los seres más maravillosos de este hostil mundo, mi madre Verónica, quién paradójicamente daría vida a este travesti que ahora les escribe (a estas alturas de confinamiento soy prácticamente un elfo domestico de última).
Como las condiciones económicas no eran las suficientes, mis padres a temprana edad me dejaron al cuidado de la Eliana, haciendo de mi rutina la Sala Cuna y por las tardes, pasar tiempo de caridad abuela-nieto (Por que la señora prácticamente después de enviudar, se encerró, y yo pasé a ser su nueva adquisición ante las Magalys del centro de madres, el chiche y el orgulloso modelo de sus tejidos y puntos varios). Mi primera infancia se basó en ver a mis padres solo los fines de semana, queriendo consentirme lo máximo posible, o más bien, en términos más económicos, llegaban hasta el límite del bolsillo de un prole, con tal de ver feliz a su amado hijo.
Sagradamente mi abuela me llevaba de lunes a viernes, de 9 am a 17 pm al Jardín infantil “Mi Rincón Mágico” Ubicado en la regia comuna de Puente Alto, sector sur de la Capital, ingresando a la edad de 2 años a dicho establecimiento, sabiendo hablar casi perfectamente (por que de chica una mueve la lengua despiadadamente, aunque me costó pronunciar la R un por un tiempo prolongado), pero siempre con torpesa para caminar (en el capitulo anterior quedó más que demostrado) y en más de una ocasión, la Soa Eliana me arrastró cual saco de papa por la Villa Población. Como es de saber, el hecho de pasar extensas jornadas en un mismo lugar rodeado con más niñes, comienzan a crearse lazos afectivos de todo tipo entre querubines; los mejores amigos (Con los que vives aventuras inimaginables y que tus padres conocen solo por el hecho de que repites su nombre una y otra vez), los enemigos (esos rivales que te buscan la veleidad hasta con las miradas y siempre quisieron humillarte, solo por ser la bonita del reality) y pues claro, los primeros amores, los que te hacían suspirar cuando los veías en camara lenta moviendo sus melenas noventeras estilo principito (bulgarmente llamadas corte bacinica), con más de algún moco bailarin en sus tiernos rostros, que intrepidamente se extendían desde las fosas nazales, deseando abrazar y alcanzar los labios carnosos de tal gallardo infante, siendo de esta forma a la cual recuerdo a quien se llevó mis primeras miradas, el nicolás. Un niñito de un perfil silencioso, sin muchos amigos, y que a penas tenía gesticulaciones en su carita (el cabro chico era una tumba, nunca sabías si tenía pena, alegría, angustia, hambre… NADA), pero poseía un estilo noventero bastante ondero, (recuerdo que todos los días llegaba con un gorro nuevo, y que adornaba tiernamente esa melenita tan bonita).
Es así que entendí, de esta manera tan abrupta… que venía fallá… En palabras formales y poco coloquiales, era algo diferente a mi entorno habitual (o los comentarios obsesivos de mis familiares, que insistían en preguntarme si alguna chiquilla del centro educacional al que asistía,era dueña de mi corazón salvaje). Sin saber como explicarlo y como poder codificarlo para que ustedes, mis queridos travestis lectores, puedan comprenderlo fácilmente, solo sentí ese flechazo, ese click que me llamaba a él y a sus mocos danzantes, quierendo ser yo, y sólo yo, su único y gran amigo (y amor, obvia), sin tener en este caso, lo que comúnmente se piensa sobre este sentimiento de vivo afecto. No, no deseaba besarlo y someterme a ese tipo de actitudes relacionadas a la cosmovisión típica y social que se tiene como manifestación de Amor, expresandole de infinitas formas corpóreas que era mi crush (aunque en la actualidad no solo besaría, atacaría cual fiera a su presa sin dejar vestigios) sino más bien, era algo mucho más simple e inocente, en donde se vivenciaban a flor de piel las mariposas en el estómago, dejando a mi cabeza dibagar y realizar escenas fictisias libremente (cual guión de pelicula de princesa disney que pudiese recordar), tales como ser la mamá en el juego de la casita (por que aún no entendía que dos hombres podían amarse de igual manera) y esperarlo con las pequeñas tazas de plástico listas para el té de agua en conjunto a los pasteles de barro que imitaban brownies, dibujar juntos a nuestra supuesta y desfigurada familia utópica o simplemente sostenerle la manito mientras tomabamos la papa con nestum (que era realmente lo más similar a tragar aserrín) y sentarnos en las bancas artesanales que disponía aquel patio común, mirando el atardecer y los cuantos pajaritos que se posaban en los cables trenzados y escarpados del tendido eléctrico, escenas que por mucho tiempo reprimí de mi ser por el miedo de generar un mal a mis padres y abuelita, que con estusiasmo, siempre me recordaban que llegaría el día en que una niñita cumpliría el rol del Nico en mis sueños, respondiendo así a una de sus preguntas habituales (que a lo largo de mi vida, creo que es casi como una frase impresa en la mente de todos los hombres heterosexuales que conozco…) si, maricón se nace!
Me encanta tus relatos..
Hello. And Bye.
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