Por: Nicolás O. García
El mundo de la moda siempre ha estado marcado por íconos, y no cuesta mucho trabajo identificar íconos de la moda occidental que han marcado cada década. Twiggy, Brigitte Bardot, Naomi Campbell, Claudia Schiffer, son nombres que se vienen rápido a la cabeza, sin embargo, ¿Nos hemos dormido sin pensar en la cultura oriental? Tal vez sí, tal vez no. De cualquier modo hoy vamos a rememorar a Sayoko Yamaguchi (山口小夜子), una figura de culto de la moda del oriente y cómo su figura impactó notoriamente la percepción de la imagen femenina asiática fuera de dicho continente y su enigmático retrato que se convirtió en el maniquí de varias firmas.
Sayoko Yamaguchi nació un 19 de septiembre de 1949 en Yokohama, la segunda ciudad más poblada de Japón, y se graduó de diseñadora en la prestigiosa escuela Sugino Gakuen en Tokio, aunque luego su destino sería lucir la ropa en lugar de crearla. En la década de los 70 fue cuando Sayoko dio un pequeño giro que la hizo irrumpir en la industria de la moda, que coincidió con la oportunidad del diseñador también japonés Kansai Yamamoto, quien se convirtió en el primero de su país en mostrar sus creaciones en Europa, y fue así como en 1972 la ahora modelo debutó ni más ni menos que en París.
Tras su debut su perfil sólo fue en ascenso, y de esta forma poco a poco la imagen de Yamaguchi se transformaba en la principal y de las primeras figuras asiáticas que adornó las pasarelas europeas, siendo musa de Kansai Yamamoto, y también de otros colegas nipones diseñadores como Issey Miyake y Kenzo Takada. Esto significó además de un impulso en la carrera de la supermodelo, dar a conocer al mundo un prototipo de belleza japonesa por el cual todos se obsesionaron. Su impacto fue tal que no sólo en Europa causó sensación, por supuesto que su propio país no se quedó atrás. En los años 60 la mitad de los modelos utilizados en la publicidad japonesa eran personas no asiáticas, y Shiseido, la compañía de cosmética más grande de Japón, sólo utilizaba modelos mitad japoneses para sus campañas, hasta 1973, que la marca firmó con Sayoko, y junto al fotógrafo francés Serge Lutens, crearon icónicas imagenes que se transformaron en la más poderosa representación de la belleza japonesa para apreciar y admirar.
Probablemente lo que revolucionó de tal manera la industria e hizo de Sayoko Yamaguchi una modelo innovadora es porque era «100% japonesa», no sólo una mitad, como solían verse modelos de origen étnico mixto, y se presenta ante el frívolo mundo de la moda orgullosa de ello, y es que en realidad, culturalmente hablando fue relevante al ampliar las percepciones de belleza (más allá de su hegemonía), pues ver un rostro no caucásico en la publicidad de los años 70 era extremadamente raro. En 1977 la revista Newsweek la nombró como una de las seis supermodelos más importantes del mundo, mismo año en que apareció en la portada del disco «Aja» de la banda de jazz Steely Dan, fotografiada por Hideki Fujii. Y como si fuera poco también en dicho año la diseñadora de maniquíes Adel Rootstein la utilizó como figura para uno de sus modelos.
Con el tiempo combinó su trabajo de modelo, con una carrera como actriz, apareciendo en teatro y películas como El mandarín milagroso, de Shuji Terayama, además de continuar como diseñadora. Sayoko Yamaguchi murió a los 57 años producto de una neumonía aguda el 14 de agosto de 2007. «Llevaba ropa diseñada por nosotros, los diseñadores japoneses. Revolucionó el mundo en los años setenta y expresó nuestra pasión (…) No fue simplemente una modelo, sino una comunicadora. Creo que fue la primera persona que hizo pensar a la gente que las mujeres japonesas eran hermosas», declaró su amigo Kansai Yamamoto.
La verdad es que Sayoko fue un ícono que hayamos conocido o no, en su momento redefinió el concepto de belleza asiática, a pesar de la idealización del prototipo oriental que usaba la falta de expresión como sinónimo de misterio y la exacerbación de la estrechez de sus ojos gracias al maquillaje como un símbolo gráfico (casi fetichización) del continente asiático, el que sigue aún presente, recordar cuando la firma Kenzo decidió volver a sus orígenes para su colección primavera verano 2018, la cual se inspiró en la moda japonesa de los setenta, particularmente en Sayoko Yamaguchi y Ryūichi Sakamoto. De igual forma siempre parece ser un buen momento para contemplarla a ella y la maravillosa obra de la cual fue parte ¿o no?