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Relatos de un Maricón Sonriente: Capítulo 2, «Erase una vez un primer recuerdo y un outfit noventero»

Por: Mauro Ghëre / @mariconsonriente


Relatos basados en hechos fidedignos que me han forjado como el cola que soy hoy.

(Insertar canción “Poor Miss Taylor” deIsobel Waller-Bridge & David Schweitzer, será usual una canción para cada columna).

Siempre he sentido la curiosidad de como será el primer recuerdo que tienen las personas, en especial el de las que me rodean, más aún si son colas (por que para que estamos con cuentos, las primas son bien imaginativas y escandalosas de chicas)… Algo que suele ser tan efímero, pero que se recuerda como si fuera una película al más puro estilo de Hollywood (con fondos difuminados y obvio tú en primerisimo primer plano, cuál sesión de fotos con un objetivo de 50 mm), y con los que he tenido la suerte de conversar de este “bonito primer recordar”, todos llegan al mismo puerto, relatandome que es uno de sus mejores momentos vividos, cargados de emotividad, en los que prácticamente son una idealización utópica en su máxima expresión, principalmente recordando a sus padres en algún acto de amor puro, haciéndome imaginar una familia felizmente constituida y consagrada, las mismas que tanto presumen la UDI o el nuevo Partido Republicano impulsado por Kast, o simplemente como los comerciales de leche nido y pañales pampers en los 90`s , que con tanto entusiasmo mi mamá compraba, pensando ilusamente que su hijo optaría a aquella realidad que nos ponían en la palestra de la TV nacional. Pero… ¿se han puesto a pensar, como será la infancia de un cola chileno de clase media C3? Es en este momento que hago un flashback a mi infancia, con música melodramática, y con una visión de mi vida lo más parecida a un video de música hipster, incluyendo los filtros de Instagram, para verme lo más bonito posible.

Si pensaban que mi primer relato estaría cargado de emotividad familiar, pues están equivocados. Creo que es algo más bien parecido a una comedía griega, algo típico de un cola del siglo 20. 

Mi recuerdo se basa simplemente en estar bebiendo un jugo de naranja de marca watts, en un formato retro de caja cuadrada, que sobrepasa de manera abismal el tamaño de la mano de un niño de 2 años (con una altura y peso ideal, según el pediatra que me atendió hasta los 14). Acto seguido, mi mirada baja al suelo, apreciando mi cadera condecorada de una jardinera verde con bolsillos rojos y unos zapatitos de cuero café, que creo saber (según el relató de mi papá) eran de marca osito. Sin dudas la tenida preferida de mis padres cada sábado, repetida una y otra vez por alrededor de unos 6 meses, o eso suelo ver regularmente en las fotografías que se guardan con tanta nostalgia en un bolso de viaje, escondido en uno de los cuartos de mi casa acomulando polvo y años de vivencias.

El recuerdo termina abruptamente, por que claro, mi concentración se basó principalmente en el movimiento del caminar, sin darme cuenta de una maldita piedra que se encontraba unos pasos más allá. 

Me saqué la mierda. 

Rompí en un llanto desmesurado, de ese en el que todos en más de alguna ocasión tuvimos la “fortuna” de pasar, el te quita el aliento y te ahogas, un Olguita Marina cualquiera. Aún más raro es el motivo de mi llanto, que no tiene sus raíces por aquel dolor que pudo haber generado tremendo golpe, sino más bien, por que aquel rico jugo “natural” de naranja, que cruelmente, ensució con creces mi bello outfit de fin de semana (por que obvio, de chica una se preocupa de su vestir), en conjunto con la mísera poza de barro que se encontraba en la plaza de la Villa-Población Eugenio Matte. Luego de ello, tengo imágenes vagas de mi Madre leona, lavándome la carita, y dándome consuelo del que sería mi mejor amigo por unos 10 días; Un ematoma enorme y sobresaliente, que adornaba tiernamente con capas y capas de mantequilla que mi Abuelita insistía en poner, floreciendo los matices morados y azules en mi frente, muy parecido a las coronas de flores, impulsadas por los hippies en los 70 y que ahora tengo el agrado de insertar de forma virtual sobre mi frente, gracias a la magia de Snapchat y los filtros de instagram mal sobrepuestos gracias al pésimo software mi huawei P30 lite (Las mismas en versión plástica que con tanta devoción van a compran “voluntariamente” las nanas a Meigs, impulsadas claramente, por todas las chiquillas del barrio alto que quieren ir estupendas a creamfields y al lollapalooza, imitando a las doncellas de muchos de los cuadros del siglo XIX, o ¿no?). Desde ese momento, empiezo a tener lo que denominamos recuerdos, que quizá, a juicio personal, no fueron los más buenos, pero que los comenzaré a relatar desde el lado del prisma que mejor se me da; el humor y el sarcasmo, por que a fin de cuentas, no hay que dramatizar tanto en la vida ¿o si?

Y tú mi travesti favorito, ¿tienes nociones de tu primer recuerdo? ¡No olvides dejar tu comentario!

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